Creadores de monstruos

creadores de monstruos

La semana pasada nos enteramos de que un individuo tenía la intención de matar al Presidente del Gobierno. Experto en tiro, contaba con un arma de precisión para disparar a distancia. No era broma. Le incitaba a cometer el magnicidio el ansia de salvar a España aún a costa de su propia vida. ¿Qué le hacía pensar que España corre un peligro mortal? La aserción mil veces repetida por los partidos de derechas de que España se rompe. ¿Se rompe España? Sí, sin duda alguna, se está rompiendo.

Para comprender la dramática realidad del país hay que precisar qué se entiende por España. España es, sencillamente, el territorio en el que habitan unas personas que por definición jurídica se llaman españoles, otras que han elegido vivir aquí y a quienes se les ha otorgado permiso de residencia y otras que han conseguido llegar y quedarse en el país aunque sin aceptación jurídica alguna.  España, como todos los demás países del mundo, es un territorio delimitado del resto por razones políticas, al que se le dio ese nombre como se le podía haber dado cualquier otro. (Ver Cáscaras vacías). España es solo un nombre que designa la causa de su existencia y que no es otra que la existencia de las personas que la habitan. Quien dejándose llevar por sentimientos y emociones hace de España una entelequia deshabitada, padece el trastorno conocido como nacionalismo.

¿Se rompe España? El territorio, no. Todos sabemos que, en las presentes circunstancias nacionales e internacionales, ninguna parte de España puede separarse del resto del país. Quien diga lo contrario, miente o repite las mentiras que les han instilado los que mienten. Solo se puede afirmar que España se rompe designando con ese nombre a la realidad que representa; es decir, a todos sus habitantes. No es el territorio lo que se está rompiendo; se están rompiendo las personas que convivimos en él. ¿Cómo?

El equilibrio mental y emocional es sumamente frágil, aún en las personas más adecuadamente adaptadas a su entorno. Ese equilibrio lo puede romper una alteración intensa del ánimo provocada por alguna circunstancia excepcional como una tragedia, el enamoramiento, la euforia por un triunfo, o puede provocarla el bombardeo de mensajes dirigidos a influir en los pensamientos y emociones del receptor, es decir, a sugestionarle.

Como todos sabemos, hace muchos años que, en el mundo supuestamente civilizado –lo que en realidad significa tecnológicamente avanzado─, diversos grupos aplican técnicas para sugestionar a las masas mentalmente más vulnerables  de modo que respondan a sus intereses. A los hombres y mujeres convencionales se les induce al consumo de ciertos productos no solo describiendo sus bondades, sino convenciéndoles de que los tienen sus vecinos. A los medio pobres se les incita a comprar anunciando descuentos. A los esnobs se les  vende lo más exótico diciéndoles que lo consume la gente importante. El objetivo de la sugestión en estos  casos es crear en el consumidor necesidades que no tiene; crear en todos la necesidad de consumir. Consumir en este sentido no es perjudicial per se salvo en los trastornos de compra compulsiva. De hecho, la propaganda orientada a captar clientes dinamiza la economía y resulta imprescindible en un sistema capitalista.  Pero todos sabemos también lo que ocurre cuando la propaganda se utiliza para dirigir a las masas hacia una opción política, y el gravísimo peligro que entraña cuando se dirige a una opción política que niega los valores humanos, la libertad y los derechos de las personas. La historia nos proporciona ejemplos aterradores. Lo más aterrador, sin embargo, es que la historia no sirve de escarmiento a las masas.

Hoy España se está rompiendo, como se está rompiendo Europa, como se están rompiendo los Estados Unidos. Se están rompiendo las personas que son su razón de ser. Y se están rompiendo porque una propaganda perversa ha conseguido penetrar hasta el fondo más oscuro de las mentes de unas mayorías ofuscadas por el miedo, ofreciéndoles una salvación espuria.

Los innumerables análisis que intentan explicar el fenómeno del egoísmo monstruoso que está deshumanizando a la sociedad occidental pueden reducirse  a unas conclusiones muy simples. La crisis de 2008 infundió en la mayoría terror a la pobreza. El pánico se extiende como ante una epidemia; cualquiera puede caer. Para salvarse de la peste que amenaza a todos, la mayoría entrega el poder a los dueños del dinero o a los políticos por ellos protegidos y que, a su vez, les protegen. Si esos se salvan del contagio será porque saben administrar y multiplicar el dinero, luego son los únicos que pueden salvar al mundo de la pobreza. Siguiendo sus instrucciones, el ciudadano abdica de su libertad. Cuando se pierde el trabajo, el techo y la comida, la libertad no sirve para nada. El ciudadano abdica de sus valores tras el mismo razonamiento. El ciudadano abdica de su responsabilidad y permite a sus gobernantes cometer todos los males que estimen convenientes para seguir creando dinero y poniéndolo en circulación. Mientras mayor sea la cantidad de dinero que circule, mayores son las probabilidades de que algo le caiga  al infeliz para librarle de la peste. Se oyen moralistas por aquí y por allá denunciando corrupción y políticas infrahumanas, pero el ciudadano les ignora. No se siente responsable de nada que no sea velar por su propia supervivencia.

Cuando el Mal se personaliza en el demonio o se atribuye a instintos irrefrenables, el individuo se siente libre de la reprobación de su conciencia y de la necesidad de juzgar a los demás. En ese estado, su mente está abierta a recibir cualquier mensaje por más que contradiga a los más elementales valores humanos e incluso, al criterio racional.  En ese estado, la cualidad humana del individuo se resquebraja, se rompe, y de su humanidad solo queda la apariencia física. Ser humano por fuera e infrahumano por dentro, ese individuo se ha convertido en un monstruo al que se puede manipular como se manipula a cualquier animal; enseñándole la pitanza.

Es en ese estado en el que la mayoría acaba aceptando mentiras insostenibles y mensajes que repugnan a la conciencia moral menos escrupulosa. Miles de norteamericanos que se proclaman orgullosos  de su país asisten a los mítines de Trump y aplauden su amenaza de disparar contra la muchedumbre de hambrientos y perseguidos que se está acercando a sus fronteras, acusándolos de criminales dispuestos a destruir el país. Saben que no es cierto, que no puede ser cierto, pero su triunfo contra el más débil les permitirá olvidar por un rato su miseria irguiéndose, rugiendo, dándose golpes en el pecho como cualquier gorila vencedor.

Austríacos, polacos, italianos y, más recientemente, brasileños, aprueban con sus votos y entregan el poder a quien demuestra con palmarias mentiras carecer de escrúpulos morales y hasta de respeto por su propio honor y dignidad. A la hora de poner sus vidas en manos de quien las va a gobernar, los votantes, reducidos a la condición de salvajes por el miedo, depositan su confianza en el que les parece más fuerte y capaz de cualquier cosa por defender a su tribu; aún sabiendo que no será a la tribu lo que el más fuerte defenderá. El miedo ha quebrado la empatía, la solidaridad. No se pueden mermar los recursos ayudando a los más débiles.

¿Y los españoles? Los españoles no se han librado de la descomposición psicológica y moral que amenaza a todo el mundo.  Hace apenas dos años, la mayoría volvió a dar el poder a probados mentirosos y ladrones cuyas mentiras y robos al erario público conocían de oídas hasta los niños.  Dicen las encuestas que, al día de hoy, todavía quedan millones dispuestos a votarles otra vez. ¿Qué pasa por la mente de un ciudadano en el momento de votar por un candidato que ha basado su campaña en mentiras prometiendo políticas que atentan contra  lo que se entiende por el bien común? El descaro con el que Pablo Casado y Albert Rivera, por ejemplo,  sueltan mentiras para difamar al gobierno avergonzaría a cualquiera que se respetase a sí mismo. ¿No siente vergüenza el ciudadano que les apoya? Reflexionar sobre la situación política del país puede ponerle a uno en la situación de un forense ante un cadáver en avanzado estado de descomposición, agobiado por las preguntas hasta el bloqueo mental porque ni siquiera conoce la   identidad del trozo de carne que tiene delante. Puede que entre esos millones dispuestos a votar a quienes les ofrecen el discurso más infrahumano, haya una mayoría incapaz de pensar.

Los españoles se rompen, se están rompiendo. La evidencia más dramática nos la ofreció la semana pasada el perturbado que pedía ayuda logística a su grupo de whatsapp para asesinar al presidente del gobierno; perturbado por los discursos que califican a Sánchez de golpista, de aliado de los que quieren romper a España, de responsable de haber hecho de España un desastre, de sacrílego que quiere arrancar de su trono póstumo al gran padre de la patria que protegió a la tribu miserable de los españoles durante cuarenta años, para echar sus restos al anonimato y al olvido. Algunos de los que hoy siguen aspirando al poder restaron importancia a la noticia. ¿Qué perdería el país si de pronto desapareciera el líder de un grupo empeñado en resucitar los valores humanos, en hacer de la política un trabajo de todos por el bien de todos, en que todos entendamos que España no es otra cosa que la tierra a la que dan vida los españoles y, por extensión, todos los que en ella conviven? El país perdería otro esfuerzo por abrir camino a la evolución de las personas que lo habitan. ¿Qué ganaría?   La proliferación de los creadores de monstruos empeñados en que todos vivamos dentro de nuestras cuevas sin incordiar a los listos que saben cómo hacerse dueños de la tierra.

 

 

11 comentarios sobre “Creadores de monstruos

  1. Has descrito, María, algo que por elemental parecería innecesario describir.
    Un país, cualquier país, son sus habitantes, sin ellos, ese país, no sería más que un pedazo de tierra con vegetación y fauna.
    Lo correcto, como muy bien expones, sería decir: Los españoles se rompen, y eso si, eso sería, o es, altamente preocupante.
    Hay un viejo refrán que dice que:» A río revuelto ganancia de pescadores». Muy cierto, en este batiburrillo de siglas políticas, de pescadores sin escrúpulos, es donde ellos, los Rivera, Casado,Abascal, Puigdemont, Torra…pescan a través de soflamas y frases hechas y repetidas hasta la saciedad, por ellos y sus voceros mediáticos.
    Fue Göbbels quien acuñó la indecente frase «Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad». Todos sabemos, supongo, a dónde llevaron las mentiras de los nazis. Napoleón dijo que «Los pueblos que no conocen su historia, están condenados a repetirla».
    Confucio lo explicó en una moraleja: Una mujer lloraba desconsoladamente sin que nada pudiese consolarla. Al preguntarle la causa la mujer dijo » Un tigre devoró a mi marido y a mi hijo en este mismo lugar». Cuando le preguntaron la razón de que siguiese en ese mismo lugar, expuesta a ser devorada ella también, contestó » Podría encontrarme con un gobernante tirano que sería peor que cualquier tigre devorador de hombres».
    Confucio vivió cinco siglos antes de nuestra era. Lo que quiere decir que no hemos aprendido absolutamente nada.

    El ninguneo de la Audiencia Nacional al episodio del magnicidio es intolerable, al igual que lo es el que Jiménez Losantos diga en esRadio, que si se encuentra a un podemita por la calle y él llevase un arma lo mataría.
    Casado tampoco se queda corto en sus afirmaciones xenófobas: » Hay 50 millones de africanos preparados para llegar a España»…¿…?
    Pareciera que entre la derecha y la ultraderecha ya no existe diferenciación alguna, compiten entre ellos por decir la mayor barbaridad posible, y eso, eso es como la gota malaya, va calando lentamente en la mente de los irreflexivos, de los que comulgan con ruedas de molino y, no siendo como los anteriores van poco a poco aceptando esos postulados. Tremendo.
    Decía Larra, que es más fácil negar las cosas que enterarse de ellas. Y en esas seguimos. Mariano José de Larra se suicidó con un disparo en la cabeza en 1832, tenía 27 años.
    Sinceramente creo que, hoy más que nunca, el deber de los periodistas, escritores, de toda persona con un cerebro mínimamente amueblado, es el hacer frente a las «cosas» enterándose y compartiendo, haciendo una labor pedagógica en las redes sociales, entre sus familiares y amigos.
    Dejar que los salvadores de la patria sigan queriendo salvarnos, tiene que servirnos de acicate para salvarnos de ellos mismos.

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  2. Maria, ya sabes que suelo ser muy escueto en mis escritos.
    El miedo es la panacea para manipular a la gente y llevarles a donde los sin escrúpulos vacían las mentes de la buena gente.
    Un abrazote.

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  3. Terrorífico por cierto lo que escribes, María. Terrorífico que la ciudadanía acepte mejor una mentira que mil verdades.

    Acostumbro a comparar a Pedro con Lula, aunque con Pedro, de momento no se han atrevido a tanto ¿O sí? Porque que la AN pase olímpicamente del intento de asesinato del Presidente del Gobierno, no es meter a Pedro en la cárcel sin pruebas, pero es darle empujones para que lo hagan los hasta ahora podían tenerlo en mente y no se atrevían. En este sentido, poco se diferencia la justicia española de la brasileña.

    Mientras tengamos hígados para elegir tipos de la talla de Bolsonaro o Trump, la gente, que no la humanidad, está vendida y nuestros derechos ganados gota a gota con la sangre de nuestros antecesores, estarán vencidos.

    Como siempre un excelente artículo.

    Un abrazo

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  4. Da pavor ver donde nos conduce la irresponsabilidad política de las personas que por miedos, manipulaciones, y mentiras, votan una y otra vez a partidos que como tu bien dices, representan lo peor de nosotros, pero esto no sería posible sin la complicidad de un aparato de propaganda (medios de comunicación) en el que existen personas que se venden al capitalismo más salvaje que intenta o pondrá al tirano en el pedestal que quiere para seguir viviendo explendorosamente con sus ganancias empresariales y acrecentando su poder y así las desigualdades, todo ello aprovechandose de la democracia. Todo empieza por la educación, el problema endémico de todo es la educación, y para ello ya se cuidan esta gentuza, de que los más desfavorecidos no puedan tener acceso a la misma, socavandola continuamente, ya bien a traves de sus politicos y politicas cuando están en el poder o atontando a la juventud por medio de sus multiples plataformas difamadoras y come cerebros, baste ver los telediarios de las principales cadenas privadas de este pais, o los medios escritos, que en su mayor parte pertenecen a los mismos grupos de comunicación y por ende a la misma ideologia. Para muestra de patriotismo barriobajero, el de la España del » a por ellos, oe, oe» en contra del intento de referendum de Catalunya, aquí a muchos se les abriran las costuras, y pensarán que los politicos catalanes, la Generalitat y la mitad de la población de Catalunya son fascistas o nazis, de acuerdo con el bombardeo informativo de esos medios, sus adalides , que además cuentan con el apoyo incuestionable del aparato franquista represor del estado español y su ahora denostada e impopular justicia, que los españolitos tragamos cuando no van con nosotros, pero aplaudimos cuando la aplican a unas gentes que lo unico que hacen es luchar por lo que creen que es justo y democratico para ellos y para todos los demás, que es el cambio constitucional, y el arreglo definitivo del problema territorial de este pais, que no se arreglará encarcelando a sus politicos, a sus gentes y reprimiendo sus organos politicos y administrativos con el 155, jaleando en nombre de la unidad patria, enarbolando una bandera de la que se apropiaron desde un primer momento los mismos que no riendieron ni rinden cuentas por los atropellos o crimines cometidos con el golpe y posterior dictadura. No nos tenemos que ir muy lejos para tener miedo, lo que se avecina si no nos ponemos las pilas, dá pánico.

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