¿Tendremos salvación?

La socialdemocracia agoniza, dicen. Ha ido perdiendo peso en todas partes. En unas se ha quedado en los huesos, delgadez cadavérica que la ha dejado sin pretendientes ni esperanzas. En otras, ya ha pasado a mejor vida; la vida de los recuerdos, malos y buenos,  que de vez en cuando desempolvamos con cierta nostalgia para aliviar la tensión del presente. ¿Qué le pasó a la socialdemocracia para caer desde el reino luminoso de la ilusión a las tinieblas de la insignificancia?

Las mejores respuestas suelen encontrarse en lo más simple aunque la petulancia prefiera enredarse en las lianas de lo más complejo.

Los partidos que obtuvieron mayoría en las urnas prometiendo una distribución más justa de la riqueza sin secuestrar la libertad de los ciudadanos, sin deshumanizar al individuo en aras de la colectividad, como hacía el comunismo, se vieron de pronto arrastrados por los vientos de la economía mundial y las ambiciones personales de sus dirigentes.

Para descender de lo metafórico a lo concreto, tomemos el ejemplo de los gobiernos de Felipe González y Rodríguez Zapatero.

En 1979, González abdica del marxismo y abraza la socialdemocracia. Su objetivo al obtener la presidencia del gobierno es modernizar a España y situarla en  las instituciones internacionales que corresponden a un país desarrollado. Bajo su mandato entramos en la OTAN y en la Comunidad Económica Europea.

González entiende que los tiempos y el nuevo lugar de España en el mapa piden una economía liberal. Y se lanza sin escrúpulos a medidas propias de la derecha como la  reconversión industrial, el recorte de las pensiones o la flexibilización del mercado de trabajo; echándose encima a los sindicatos que responden con huelgas generales.  Aunque introducen reformas propias de la ideología socialdemócrata, los gobiernos de González se van derechizando paulatinamente hasta llegar al final calados hasta las cejas en los estanques inmundos donde nadan los vicios que secularmente se atribuyen a la derecha: nepotismo, clientelismo, abuso de poder, corrupción.

Hartos los ciudadanos de tanto despropósito, acaban dándole el gobierno a la derecha en dos legislaturas consecutivas.

Rodríguez Zapatero llega al gobierno como la gran esperanza de  revertir los efectos de la política reaccionaria del Partido Popular y devolver el país a la senda de progreso en la que le habían situado, a pesar de todos sus fallos, los gobiernos del PSOE. Las esperanzas de los ciudadanos se ven realizadas durante su primer mandato. Una ristra de leyes que reconocen derechos y amplían libertades hasta entonces desconocidos en España y hasta en el mundo, nos convierten en modelo de progreso social. Y entonces llega la crisis, y entonces se materializan las ideas de la Nueva Vía; el pragmatismo que lleva a asumir la imposiciones del libre mercado. Es decir, el gobierno de Zapatero, como antes el de Felipe González, se derechiza. Se recorta el gasto social en 15.000 millones de euros. Se reducen sueldos de funcionarios y se congelan pensiones; se recortan 6.000 millones en inversiones públicas y otra reforma laboral precariza aún más el empleo y los derechos de los trabajadores. Rodríguez Zapatero transita tranquilo por la ruta que se ha marcado la socialdemocracia europea; Tercera Vía en la nomenclatura de Tony Blair y Nuevo Centro en la del canciller socialdemócrata alemán Gerhard Schröder. El socialismo se desvanece.

Felipe González, ya entregado del todo al liberalismo, es recompensado por  su conversión con el nombramiento de Presidente del Grupo de Reflexión sobre el Futuro de Europa, formado por nueve personalidades del ámbito político y académico. Su misión consistía en presentar en 2010 un informe sobre el rumbo y objetivos de la Unión Europea en cuanto al modelo económico y social, el estado de derecho, el medio ambiente, la inmigración.

No hace falta analizar a fondo el rumbo que ha tomado Europa y por qué camino piensa seguir transitando hacia el futuro. Ya lo saben hasta los menos informados y los más indiferentes. Eliminados los escrúpulos, expulsados los valores morales del criterio que decide las medidas políticas, Europa sufre una paulatina degeneración que la aboca a convertirse en otra  guarida del capitalismo salvaje.

¿Y cómo reaccionan los ciudadanos ante esta debacle de los partidos que prometían ocuparse de sus asuntos para transformar el mundo en un lugar habitable donde imperase la justicia, la igualdad, la solidaridad? Aplastados por la resignación, el miedo y el desencanto, los ciudadanos abandonan a los partidos que les han engañado y se entregan a los partidos de derechas, de los cuales cabe esperar todos los desmanes, pero que, al menos, no hacen concebir falsas esperanzas, mientras que garantizan la estabilidad. Las promesas electorales que sueltan, siempre socializantes, resultan tan falsas como las de la llamada izquierda; pero esas promesas en boca de quienes ignoran por principios el bienestar de los ciudadanos, mueven a risa, mientras que las promesas incumplidas de la izquierda mueven a indignación. Ya nadie cree en la existencia del socialismo fuera de las mentes de algunos idealistas.

De pronto, en España aparece Pedro Sánchez ofreciendo girar el PSOE a babor. Otra vez la ilusión intenta reanimar a la socialdemocracia moribunda. Después de tanto desengaño, al votante le cuesta creer que esta vez sea verdad el giro que el PSOE renovado promete. Pero los que sí se lo creen a pie juntillas son Felipe González, otros líderes de su generación y los presidentes de comunidades autónomas que han ascendido gracias a la influencia de esos líderes. Su reacción es tranquilizar a empresarios y financieros de España y de Europa. Que no cunda el pánico. A ese político nuevo que no se ha enterado de que en el mundo impera el liberalismo habrá que demostrarle quien es el jefe, y si no entra por el aro, se le defenestra y se acabó.

Fue así como los ciudadanos asistimos atónitos al espectáculo de la guerra a muerte contra Sánchez declarada por los líderes de su propio partido; guerra a muerte contra un enemigo que, en realidad, es la socialdemocracia que Sánchez intenta reanimar. De la socialdemocracia de González,  de Zapatero,  de sus compañeros de quinta gubernamental y de los líderes actuales que les deben su triunfo político, solo queda ese sucedáneo de las nuevas y terceras vías y de los centrismos. Con ese remedo, que de socialismo solo tiene el nombre, los taimados líderes creen que podrán conservar sus partidos en lo más alto de la oposición y tocar poder entrando en coalición con la derecha, como los alemanes, o llegando a pactos que garanticen su gobierno, como han hecho en España.

Cuando vaya transcurriendo la legislatura, con los ciudadanos cada vez más agobiados por las medidas antisociales del PP, pero reconociendo, sugestionados por la propaganda, que habrían sido mucho peores sin la intervención moderadora del PSOE, los sueños de regeneración y socialización de la política se verán, cada vez más, como locuras de juventud. Las nuevas tecnologías contribuirán a formar una ciudadanía más madura que comprenda las exigencias de la modernidad aceptando la escasez de empleo, la precariedad laboral y la pérdida de los derechos de las trabajadores como males inevitables de la vida misma. Una ciudadanía que aprenda a sobrevivir resignada, aceptando que la igualdad solo es posible en el reino de los muertos.

¿No queda otra? ¿Quién le hubiera dicho a los zares que los iban a derrocar? Pero hoy por hoy, la mayoría no está tan loca como para dar la vida por una revolución que, como todas, costaría miles de  víctimas inocentes para traer, al final, la pérdida de la libertad y de más derechos. ¿Quién le iba a decir a ciertos dictadores que el empuje de los ciudadanos, sin armas y sin sangre, acabaría echándoles de sus palacios presidenciales?  Hoy por hoy, tan enorme ejercicio de racionalidad que produzca una movilización en masa parece imposible. La derecha gana en todas partes, gana en todas partes la resignación, como si la mayoría hubiera renunciado a la posibilidad de una vida moral y materialmente digna. Y sin embargo, no se apaga el rumor de los que aún siguen luchando por mantener a flote sus valores y sus esperanzas.

Dicen que por toda España se están haciendo escuchar las voces de los militantes que se niegan a entregar el PSOE a la gestora que derrocó a Sáchez y pactó con el PP. Dicen que militantes y votantes del PSOE están defendiendo, por todos los medios a su alcance, al hombre que fue depuesto de la secretaría general del partido por querer devolverle al partido su ideología socialdemócrata. Dicen que muchos españoles no se resignan a la deshumanización de la sociedad en la que viven y en la que tendrán que sobrevivir sus hijos. ¿Serán suficientes para derrocar en las urnas la dictadura del liberalismo? Esa pregunta solo puede responderla el tiempo.

3 comentarios sobre “¿Tendremos salvación?

  1. Me temo que el tiempo confirmará que en España, lo único que perdura es el fútbol. Cierto que el movimiento para devolver lo que se le ha robado al ex-Secretario General, Pedro Sánchez, empezó con mucha fuerza, pero me temo que como cuando se deja un refresco gaseoso abierto, este, va perdiendo poco a poco su fuerza. El propio Sánchez, parece haber hecho una parada. Y en esto, parar es retroceder.

    Pedro nos podría haber llevado de nuevo a la socialdemocracia, no lo sé. Lo que si creo saber, es que si no lo hace él, no veo quien puede hacerlo.

    Porque la socialdemocracia no está desapareciendo por falta de votos, está desapareciendo por sí misma. Se ha ido «adaptando» en tal medida al liberalismo, que se ha desfigurado hasta el punto de dejar de ser socialdemocracia. Porque la verdadera, enamora, esta que se amolda al liberalismo, no invita ni a los propios.

    El querer pertenecer a ese centro que muchos creen que están los votos, es caer en el limbo de lo que no existe. El centro no existe. Lo que llamamos centralismo o moderación, no sirve para recuperar un milímetro del terreno perdido. No es suficiente.

    El liberalismo, ley del mercado, la diferencia económica entre ricos y pobres; la derecha en definitiva, nos lleva tanta ventaja, que jamás los podremos alcanzar sin querer que se nos note que vamos corriendo. Y hay que correr para pillarlos. Y correr, para quien quiera entender, no es ir andando con la moderación del que pasea, es ir con la velocidad y el impulso del que va a una urgencia.

    Esto, cada vez evoluciona más hacia atrás, -ya se que se debe decir más propiamente involuciona-, pero prefiero decir ir hacia atrás. Y quien camina hacia atrás, tiene todas las posibilidades de caer de culo y romperse hasta «la picha», con perdón.

    Porque todo lo hacemos lo más contrariamente a la lógica que podemos. Que se acaba el petroleo, la contaminación nos asfixia, las ciudades tienen que prohibir el tráfico, que pagamos un alto precio por el petroleo que no tenemos, un canon por contaminar más de lo que se ha acordado, (cosa que de no ser tan seria, causaría risa, es como si pusieran una cantidad que limitase el número de personas que podemos matar ), tenemos más posibilidades que la mayoría de usar la energía solar… ¿he dicho energía solar? que barbaridad, debo estar volviéndome loco. Eso de las renovables es nombrar la bicha.

    Nosotros tenemos que ir al revés, penalizarlas para hacerlas imposibles, parar la producción de elementos destinados a «eso», mandamos al paro a decenas de miles de trabajadores, perdemos el liderazgo en esas energías renovables, (uy, ya lo he dicho, perdón). No promocionamos los coches eléctricos, que son tan sencillos de fabricar, comparados con las antiguos (aunque aun estén por fabricar) que el mismo estado podría por «cuatro» duros, crear una empresa pública y fabricarlo, haciendo que aprieten el paso los fabricantes viejos en la materia y que retienen todo lo que pueden esos avances que nos podrían salvar de la ruina medioambiental.

    Porque como no hagamos algo, las grandes compañías, verdaderos gobiernos ¿en la sombra?, no les interesa dejar de vender petróleo, electricidad… y todas esas otras cosas que les hacen cada vez más fuertes a la vez que nos debilitan a la gente y nos mata.

    Y de eso, no nos va a librar el centralismo. No podemos seguir en un lado del barco que nos lleva escorados y que nos acabará volcando. Hay que irse hacia la parte contraria, aunque suframos la sacudida del cambio.

    Vale ya. Nos están ganando siempre. Cada vez la desigualdad es mayor y eso no se soluciona con unas pequeñas medidas, hay que quitarles parte de lo que nos han robado y dárselo a sus verdaderos y justos dueños. Y me atrevo a decir que esto ya no se soluciona ni con la socialdemocracia. Hemos perdido tanto, que no lo recuperaremos con medidas de medio pelo. Ya no es suficiente una aspirina, necesitamos quimio y quien sabe si alguna amputación.

    Perdón María y muchas gracias por el artículo, que de nuevo, nos regalas.

    P.D. Sé que me vuelvo loco con mis comentarios y que de no parar, además, acabaría hablando de: Lo que el viento se llevó. Pero soy como el escorpión de la fábula.

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  2. Creo que el cambio ha comenzado.comenzó la crisis y con ella el paroxismo de los ciudadanos,ahora,poco a poco nos vamos dando cuenta de que un cambio de mentalidad se impone,habrá muchos ciudadanos de a pie que no lo vean e incluso que sean incapaces,pero aun tengo algo de esperanza,aunque será muy a largo plazo y después de mucho sufrimiento

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